1.4.07

Los Roques, si hay playas paradisíacas son estas

Martes 27 de marzo 2007.
La suerte estuvo de nuestro lado y pudimos viajar al archipiélago en un avioncito ruidoso, ruidoso, ruidoso, con capacidad para 20 personas más o menos. En 40 minutos ya sobrevolábamos un mar que iba del turquesa al verde agua, tan claro que adivinábamos el fondo. Aterrizamos en la isla Gran Roque en una pista bastante destruida y pagamos nuestro derecho de ingreso al parque nacional (venezuela tiene parques nacionales por donde mires). Como el Tin había hecho buenas migas con Nelson, un pibe venezolano que venía en el avión; tuvimos buen asesoramiento y locación ni bien llegamos. Alojamiento en la posada El Recuerdo, que por un precio razonable para Los Roques (y cuatro veces mas caro de lo que pagamos en Caracas) nos ofereció un combo de cama, desayuno, cena y buena onda de parte de la gente que lo atendía.


Como corresponde a buen explorador, dejamos las mochilas y salimos a hacer reconocimiento de terreno. El pueblo con vista al mar, con laguna interna y con dos cerritos y faro; se llama Gran Roque. El faro es de la colonia y está en ruinas. Unas 1.100 personas viven ahí. Originalmente fue solo un pueblo de pescadores pero pronto fue desarrollándose como punto turístico top, sobre todo de italianos que son los propietarios de las posadas más lujosas. A primera vista sigue conservando el carisma de un pueblo pescador, con casitas de colores, la mayoría de una sola planta, de fachadas similares y simples. Las calles son de arena, así que uno puede andar chocho caminando en patas sin problemas.

Estuvimos vagueando sin rumbo como dos horas hasta que se hicieron las 7:30PM, hora en que se sirve la cena en nuestro hotel. La comida un éxito total:barracuda al vino blanco, con papas con queso gratin, ensalada de lechuga, tomate, pepino y palmitos... y de postre, melón venezolano *(ver apartado gastronómico).

Lo más lindo de Caracas

El martes nos levantamos temprano pero salimos tarde porque con tanta arepa y comida frita el Tin se amaneció con una patadón al hígado. Afortunadamente teníamos un botoquín equipadazo que tan gentilmente nos cedió la dupla mamá y papá Pereyra para nuestra travesía. Un alikal y 20 gotas de Sertal + 1 hora extra de sueño y salimos de paseo con un Tin bastante entero derecho al museo de arte contemporáneo. La guía dice que es el mejor de Venezuela y quizás de sudamérica y no se equivocaba. Son 11 salas en 5 pisos, con entrada gratuita, que no tienen desperdicio.



Pintura, escultura, instalaciones, video-arte, multimedia; de primer nivel. Terminando el recorrido nos topamos con dos artistas (Vicent-Feria) la primera francesa, el otro venezolano que tienen expuesto un proyecto increible sobre el año polar, que nos llenaron de ganas de hacer un viajecito a la Antártida. Nos esperan en Paris cuando queramos, quieren que hagamos cosas multinacionales juntos (dataso para la hornallas!!!). BÁRBARO en neón intentaba reflejar su sentimiento hacia la argentina, país con el que quedaron fascinados y con ganas de volver pronto.



Después de comer, Nacha nos buscó y nos fuimos a pasear a El hatillo, un pueblito del siglo XV, asentamiento original de haitianos. El lugar donde nos buscó era el Ateneo, un centro de espectáculos que está al lado del museo y dentro del parque de las artes y junto a otros museos más que ya volveremos a ver. El panorama era peculiar ya que se ve que habían dos espectáculos próximos a empezar, uno heavy metal y otro para chicos. Así que era una ensaladsa de roqueros pesados vestidos dark y chicos; todos entre medio de un mar de artesanos bien hippones con sus trabajos expuestos en el suelo.

El Hatillo resultó ser lo más cuqui de lo cuqui. Como bien uno puede imaginarse de un pueblo de haitianos, lo que sobra son los colores. Una casa roja, otra azul, al lado una violeta y otra verde; muchos negocios chiquitos que ofrecen cocina étnica, fresas con crema, pasteles, objetos de diseño y de arte. Es de esos lugares para caminar relajado y sin apuros por las callecitas, meterse en donde a uno le de la gana y seguir así medio sin rumbo. Al fondo, sobre la montaña se ve un conglomerado de casitas de ladrillo bloque, apiladas unas sobre otras. Se parece mucho visualmente a una fabella y es el sector más humilde del pueblo.

Doblamos en una esquina y nos topamos con un trío de músicos locales transitando la tercera edad que cantaban animadamente al ritmo de un cuarto (especie de guitarrita de 4 cuerdas) y dos maracas. La música, alegre y contagiosa; los músicos, lo más tierno que existe. Uno, mulato de pelo blanco, otro blanco, muy flaquito y además viscocho; el tercero, negro y con una cadencia en los hombros que te dejaban sin aliento. Nos quedamos un rato disfrutándolos. El vizco nos dedicó una canción que iba inventando mientras cantaba y nos fuimos chochos tras supremo especáculo.

De regreso, paseamos por Las Mercedes, un barrio donde está la movida nocturna; lleno de bares y restaurantes y cenamos junto a la familia Nacha Ramirez completa en un bar de la zona. De vuelta al hostel nos quedamos charlando con un francés y un suizo, intercambiando datos; porque eso es lo bueno de los hostels, que hay gente que ya fue a donde vos querés ir y quiere ir a donde vos ya fuiste.

Balance: Caracas me encantó, me pareció una ciudad llena de vida y de cosas para hacer. Me llamó la atención la cantidad de murales y de arte urbano que hay desperdigado por todos los rincones; la enormidad de los edificios porque acá si se hacén edificios se los hace en serio!

Apartado gastronómico

Este apartado va ir actualizandose in situ a lo largo del viaje, asi que vuelvan a verlo si les place de vez en cuando.

Melón: acá es marroncito por fuera y naranja intenso por dentro, el sabor es similar.

Dulce de guayaba: fruta tropical del tamaño de una manzana, con un sabor parecido al dulce de membrillo.

Jugo de mango verde: es otra variedad de mango, más grande que el nuestro, más ácido y de sabor menos intenso y un poco más fibroso. El jugo es de un color tirando a rosa.

Papa rellena: especie de empanada circular frita y rellena de jamón y queso. *** altamente recomendable***

Cachito: sandwich de pan semidulce relleno de jamón y queso.

Arepas: una especie de sandwich hecho con masa de maíz y relleno de lo que te guste, es circular. Nosotros pedimos uno de queso amarillo rallado (estilo cheddar) y salchichas con salsa de aguacate (palta) y otra power picant.

Cocosette: una pena que no estén allá. Son galletas tipo obleas de Nestlé con crema de coco... ya se volvió un clásico.


Pepitos: una variante venezolana de nuestro lomito super completo, un bombazo, excelente! Según el Tin el secreto está en las salsas que usan que son especialesy le dan un sabor único.

Cachapa: fue nuestro menú de nuestra segunda noche en Caracas. Es una especie de humita aplastada rellena con queso. En los bares te la sirven con un cuenquito de manteca para que le pongas arriba. Hasta ahora es lo que más me gustó de todo lo que probé.

Aderezo para ensalada: miel, mostaza, aceite de oliva y vinagre. Ya lo había probado antes, pero redescubrirlo fue un placer.

Jugo de guanaba: esta fruta tropical verde por fuera y con pupos como la chirimoya, tiene mil pepas adentro y es de color blanquecino. El gusto a mí me remitió un poco al kiwi, al Tin a la pera, vaya uno a saber...

Hit: sabor "uva", fabricada por la Coca, es como tomarse un caramelo fizz de uva.

Cerveza: viene para todos los gustos: común, ligth, extra light, etc. Probamos la Polar y la Solera, las light me gustaron, tienen un suave sabor a cerveza tirada, con el extra de que donde la compres está helada por el calor, viene solo tamaño individual y de colores re lindo.

Agua de la canilla: tiene gusto a tanque, es intomable.